
Solo había un problema, y es que no me los ponía practicamente nada, mis pies han estado toda la vida asalvajados a base de chanclas y zapas y cada vez que me ponía unos zapatos altos acababa hartita de andar de puntillas y con pompitas que no molan nada.
Pero eso se ha acabado.
Hace algunos meses decidí que esto se tenía que acabar, estoy a las puertas de la treintena y mi vida no puede seguir con este romance no resuelto, así que he ido poniendome mis zapatos cada semana un dia o dos, acostumbrando mi pie a la postura, y ahora ya la tortura no es tanta, es una tortura recompensada con +2 puntos sobre mi look, y eso compensa andar de puntillas, claro que si.
Y es que hay algo que no me podeis negar, os guste o no llevar tacones, hay una cosa clara, y es que te pongas lo que te pongas, el estilismo es absolutamente distinto (y mejor, no nos engañemos) si lo combinas con zapas o con tacones. Nada que ver oiga.
Las zapas siempre me seguirán gustando, eso está claro, pero los tacones han conquistado mi corasón y me temo que es un romance que no tiene fin, mis piernas y mi culo ya no quieren olvidarlos, habiendo recuperado dias de gloria que creían perdidos.
Por eso y por los bailoteos que me están regalando...
¡Vivan los tacones, vivan!